Se aproxima la Navidad, y con ella las cenas de empresas, y con ellas el graciosillo de la familia o la empresa, porque, ¿qué sería de nuestras vidas sin esos chistes malos? Como me dijo mi hermana: “Ser gracioso es un don, intentar serlo, una maldición”.
Pero como cómico, me veo con la responsabilidad de defender a la comedia siempre y lanzar una pregunta: ¿a quién hacen daño los chistes malos? Pensémoslo:
¿Por qué rechazamos los chistes malos?
¿Cuántas veces nos hemos quejado de esa persona que viene y nos cuenta un chiste que no nos hace gracia? Hay quien se molesta muchísimo y no solo no le gusta, sino que lo comenta entre otras personas en busca de aliados que sientan el mismo rechazo.
Sin embargo, la realidad es que hay una persona cuyo objetivo es hacerte reír o, como mínimo, sonreír. Una persona que busca conectar y, como claramente no lo consigue a través de otros medios, ha concluido que el humor puede ser la herramienta correcta. Y es totalmente cierto que la comedia es el mejor canal positivo para llegar a las personas.
¿Cuál es el verdadero problema?
Entonces, ¿qué pasa? ¿Cuál es el auténtico problema aquí? ¿Qué hay que hacer con el “cómico amateur”? Y las diferentes posibilidades de por qué nos causa rechazo:
Puede que sea alguien que de por sí no nos cae bien y el hecho de que no consiga hacernos reír sea una excusa para justificar que no nos agrada.
Puede que el chiste sea gracioso en realidad, pero nos vemos con la autoridad de juez supremo de la comedia y solo nosotros sabemos lo que es bueno o lo que no (algo que, por cierto, está muy de moda en estos tiempos).
O puede que esa persona no busque hacernos reír, sino simplemente reaccionar, porque, para sorpresa de algunos, los chistes no siempre tienen por qué hacernos reír.
Reflexionando sobre nuestra reacción al humor
¿Y cuál es el problema en decir “a mí no me ha hecho gracia”? ¿Nos molesta decirle a alguien que nos molesta porque debería darse cuenta de que nos molesta sin que tengamos que molestarnos en decírselo?
¡Hay gente que debería darse cuenta de que no cae bien, pero no piensan en los demás!
¿Puede ser que hayamos llegado al punto en el que simplemente nos molesta ver a alguien más feliz que nosotros?
El cómico profesional en cenas familiares
Y luego estoy yo, un cómico profesional en una cena familiar o con amigos. ¿Sabéis cuántas veces me han dicho que cuente un chiste o haga un monólogo? Pues os lo digo: ninguna.
Primero, porque saben que es mi trabajo y, al igual que los demás, estoy de descanso. Y segundo, porque realmente entre mis familiares y amigos, no soy tan gracioso.
No me lo tomo mal porque el humor tiene un componente muy importante, que es la sorpresa. Si lo piensas, los chistes acaban con algo que no esperabas. Y es difícil sorprender a quienes te conocen de toda la vida.
Las cenas de empresa y el humor compartido
Por otro lado, están las cenas de empresa donde trabajo. La experiencia me ha enseñado lo importante que es identificar a la persona o grupo más divertido...
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